Artículos y crítica

La Belleza y la Ataraxia

Justo Girón, 1997

La Belleza y la Ataraxia

Los atardeceres marinos, las puestas de sol en el campo, las musarañas vespertinas o las cuartillas en blanco, suelen ser, habitualmente, el espacio donde gravita la mirada perdida, donde germina, a veces, una gran parte de los propósitos del hombre. A nuestra mente acuden multitud de pensamientos serviles para sacarlos de! atolladero; y en este momento, recuerdo una tarde deliciosa que pasé en el estudio de mí entrañable amigo - el escritor ya fallecido Manolo Ferrand, donde me explicaba sobre su colección de libros cuyos autores habían sido pintores o compartían en la actualidad esta doble ocupación de la pintura / literatura, en alusión a una pregunta que le formulé respecto al conocimiento de como enfocaría ciertos temas en la literatura un pintor: la respuesta fue muy atractiva para mí al descubrirme su interés por este asunto, ya que él mismo era pintor, dibujante y escritor, y a la vez me fue descubriendo el amplio catálogo de personalidades habidas en la historia con esta doble ·inquietud : Antonio Suero Vallejo, Rafael Alberti, Francisco Nieva, Federico García Lorca, Antoni Tapies, Rosa Conde, Salvador Dalí, Ignacio Zuloaga y una infinidad de etc.

Los pintores no podemos escaparnos, en ocasiones, de esta ocupación, y este recuerdo me motiva para atreverme y aceptar la petición de esta joven artista que ya empieza a alcanzar el punto jugoso de la fruta madura en la profesión de la plástica contemporánea, para presentarla en este catálogo con motivo de su próxima exposición en la Galería Benot de Cádiz.

Los artistas de la iconografía, solemos hablar por analogías visuales, es algo irremediable, cualquier expresión nos evoca alguna obra de nuestro archivo mental y, refiriéndome a Lola Montero, uno no puede apear de la memoria la primera descarga de energía con la que me sacudió la autora; fue con motivo de su ingreso en la Facultad de Bellas Artes; la mala fortuna extendió sus redes para impedirle entrar en aquel momento y la descubrí, rabiosa, recurrente, con lágrimas en los ojos, su cabeza al contraluz, recordándome una madonna de Leonardo, y comprendí en aquel momento que me hablaba alguien especial, alguien que luchaba por su futuro artístico; ella había decidido ser pintora y nadie podía arrebatarle esta elección. A partir de ahí, la sometí a un seguimiento natural sobre como superaba las barreras dificultosas del arte, y lo hizo con sobresaliente empeño hasta el final de la carrera.

Su actividad profesional es densa, yo diría que desde siempre; su interés por la acuarela la lleva a codearse con importantes expertos de esta rama, exponiendo sus trabajos en Bilbao al lado de los grandes nombres; también tuve ocasión de observarla más de cerca en las secciones que, una vez por semana, dedicábamos un grupo de profesores y alumnos, al dibujo del natural con modelos humanos; de ahí posiblemente surgiera la chispa con la que más claramente me retratara su personalidad. La característica principal que mas admiré en aquel tiempo en esta valiosa artista, fue. La espontaneidad - digerida como la llamaría yo, es decir: que su expresión gráfica y gestual no es fruto de la fortuna mas o menos accidentada, sino más bien: de una meticulosa observación del modelo para que inmediatamente después de la plasmación sobre soporte pictórico, el ritmo del pincel y la elección colorista, manifiéstese una certera y fresca sensación; como si todo siguiese las directrices lógicas de las técnicas orientales, propias de las pinturas china. Con esto quiero expresar que la pintura de Lola Montero suele ser directa y fulminante en la realización, camino de la genialidad. y a un pelo del fracaso;. Comprometida hasta los tuétanos, y tal vez por eso, surja tan fresca y natural como la brisa marina de esta ciudad gaditana que nos envuelve y nos seduce, “tacita de plata” para el cantar del poeta, Caracolas de sueños y luz para la saloma del pintor.

Dos ilusiones se dan cita hoy aquí, en Cádiz; la de Lola Montero que nacida en gaditana cuna, vuelve a ella convertida en venusta fenicia ofrendando a su ciudad la visión pictórica de sus calles, de sus particulares balcones, de sus rincones, de su color, de su olor porteño; toda la mágica sensación de los pormenores urbanos, quedarán congelados para siempre en cada trocito de panel, de la mano de esta artista; el olor del puchero, la penumbra de una puerta, el reclamo musical de un pregón, se convertirán inevitablemente en sinfonía de color donde el adagio concederá paso y espacio al allegro y éste a un andante ma non troppo. Y la mía, poder presentar a esta juncal pintora en esa ciudad que me acogió durante dos años espléndidamente y donde conservo, aún, algunos buenos amigos. El tritón de la bahía quiso marcarnos a los dos en nuestra partida para que volviéramos de nuevo a ella. Pienso que la obra que expone Lola, es seria, está sentida a la vista de sus bocetos preliminares, el color es regio, de amontillado fino de Jerez, y reúne en sí dos cualidades esenciales para alimentar, hasta la saciedad, a este público de mar abierto, la "Ataraxia y la Belleza". La primera porque según Demócrito (es el primero que se refiere a este término) alcanza el estado de la felicidad; que, traduciendo el término, supone la ausencia de inquietud, tranquilidad de ánimo, imperturbabilidad. Según Epicuro la felicidad se obtiene mediante, la ausencia de pena o de dolor. Y por la ataraxia, ésta es según el filósofo, un equilibrio permanente en el alma y en el cuerpo. Para obtener la felicidad hay que atenerse a la ataraxia, pero también a la ya mencionada ausencia de la pena, a la ausencia de temor y a la apatía o ausencia de pasiones. Todas ellas constituyen la libertad. La obra, ésta última que comentamos de Lola Montero, no podría alcanzar la relajación espiritual del observador si no trasmitiera esta felicidad que captamos en cada palmo de su pintura, Y la “Belleza”: En el diálogo de Hipias el Mayor, Platón formuló muchas de las cuestiones que. se han suscitado luego, en Estética y Filosofía general, acerca de la naturaleza de lo bello y la belleza.

A diferencia de Hipias, para quien es a lo sumo el nombre común que reciben todas las cosas bellas, Platón sostiene que lo bello es lo que hace que haya cosas bellas. Lo bello es, así, para Platón, independientemente en principio de la apariencia de lo bello: es una idea, análoga a las ideas de ser, de verdad y de bondad. Platón llega a la conclusión de que lo que llamamos belleza sensible debe consistir en pura forma: líneas puntos medida, simetría, y hasta colores puros, son. los elementos con los cuales está hecho lo bello que contemplamos. A ello se le añade la armonía y el ritmo. Lo bello es lo que hace las cosas bellas, en justa correspondencia entre la autora y su obra, y este punto, en este instante, de las poquitas muestras con las que contamos en esta pequeñita y acogedora sala de exposiciones, esta pintora logra una superación de la belleza con respecto a sus precedentes, extraordinarias para tener en cuenta.

Justo Girón.
Septiembre 1997.

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